¡Hola! Hoy os traigo uno de los pequeños relatos, lo escribí hace bastante y es muy cortito, pero espero que os guste :)
Sonó
el despertador con su monótono e incómodo ruido arruinando el
silencio que reinaba hasta entonces en el cuarto. Un hombre delgado,
ya entrado en años, lo paró con lentitud y se puso una gafas de
pasta que descansaban en la mesilla.
Puso a hacer el café con
parsimonia en una antigua cafetera de hierro y, mientras este se
calentaba, se dirigió al baño para asearse. Aquella mañana se
había demorado un poco más y llegaba tarde; así que se bebió el
café caliente con un ligero sabor a óxido de un trago, abrasándose
la garganta. Salió por la puerta sin antes olvidarse de recoger un
paraguas, pues había visto que estaba nublado. Ese día era
especialmente gris, y añadiendo la falta de sol a la ya de por sí
triste ciudad, no apetecía nada salir de casa.
Aquel hombre caminaba
solo por las calles, únicamente transitadas por otros madrugadores.
Empezó a llover cuando no le quedaba nada para llegar al metro, así
que no desperdició tiempo en abrir el paraguas y antes de que se
pusiera al cubierto bajo techo, le alcanzaron algunas de las primeras
gotas de lluvia del día. Una vez sentado tranquilamente en el vagón
se dio cuenta de que se había mojado más de lo deseado, su corto
cabello chorreaba agua que le escurría por la frente. El monótono
traqueteo del metro le dejó adormilado y estuvo a punto de pasarse
su parada. Salió arrullado por la multitud que parecía haber
aparecido de repente y antes de salir abrió el paraguas, evitando
cometer el mismo error de antes.
Llegó a su puesto de trabajo a la
hora prevista y se dedicó a hacer cuadrar las cuentas y gastos de la
empresa, apenas parando a media mañana para tomarse otro café. No
le gustaba el café, pero este le ayudaba a mantenerse despierto y
trabajar con eficacia.
Acabó su jornada ya pasado el mediodía y
comió en un bar que todavía permanecía abierto. No había parado
de llover en toda la mañana, ni parecía que fuera a parar. Tomó el
metro de vuelta a casa y al llegar, le entró sed de chocolate
caliente. Se afanó en preparárselo: vertió el líquido en la
cazuela, añadió una generosa cantidad de azúcar y una cucharadita
de extracto de vainilla para darle más sabor.
Se sentó en su
butacón favorito, de cuero oscuro y al lado de la ventana. Se
recostó en él sujetando con una mano el chocolate y con la otra el
libro que estaba leyendo. En aquel momento, sentado tranquilamente y
cómo caía la lluvia en la calle le embargó la paz. Se dio cuenta
entonces que para ser feliz tan solo hacía falta un buen asiento,
una bebida humeante, un libro y, por supuesto, un día de lluvia.
Sonrió para sí y en aquel momento se sintió el hombre más
afortunado del mundo.
Sencillamente, precioso!! Además me he identificado muchísimo con el personaje ya que me encantan las tardes de lluvia leyendo con una buena taza de chocolate xD
ResponderEliminarMuchas gracias!!! Por eso lo escribí, es que a mi los días de lluvia me encantan :3
EliminarMmmm.... es sencillo y fabuloso ^^ opino lo mismo que teddy: adoro esas tardes donde se escucha la lluvia caer ñ.ñ y apetece ese chocolate calentito ewe
ResponderEliminarjajaja muchas gracias!! Ya, a mi me entró hambre al ver la foto jajaja
EliminarMagnífico Luba :) Me encanta el relato. ^^
ResponderEliminarAdemás, te identificas tela, solo hace falta un libro, chocolate y que llueva para ser feliz. Esta visto que cuando tienes margen dónde inventar te salen unas cosas fabulosas :)
De una antigua seguidora de tu otro blog: Cheli-chan ^^
Muchas gracias :) Me alegro de que te guste, no se si me está quedando muy bien...xD
Eliminarque bien escribes Luba, tus relatos son geniales (por cierto acabo de descubrir tu blog):)
ResponderEliminarGracias!! Que chupi, nuevos lectores :P
EliminarEs increíble que de algo tan sencillo y normal,tan cotidiano, puedas formar un gran relato! Me ha encantado :)
ResponderEliminarGracias, me alegra que te guste ;)
Eliminar